Maria Teresa Constantín es crítica e historiadora del arte, curadora y docente, y desde hace más de 11 años es referente de artes visuales en Fundación OSDE (además fue curadora de la bienal de Venecia).
Tiene el privilegio de conocer qué sucede en el arte aquí y allá. Pero aclara: “cuando voy a las diferentes provincias las visito en ‘plan alumna’: ver obra, talleres, conocer a los talleres”. Durante una entrevista con LA GACETA, Constantín asegura que los artistas contemporáneos “tienen un absoluto dominio técnico para ‘decir’ aquello que les interesa”. Y habla de cómo incide en el arte las ferias, bienales y el mercado.
La curadora vino a esta ciudad para la exposición de Ramón Teves, “Tucumanidad” que se inauguró la semana pasada.
- ¿Cómo ves el arte contemporáneo en el país? ¿Hay algo particular que lo identifique?
- Tengo el placer de trabajar, visitar, recorrer exposiciones, dialogar con enormes artistas argentinos. En producción, en realización, en recurso, sus obras son, en general exquisitas, no dudo de eso. Podríamos repetir la muletilla de que están ‘a nivel internacional’, aclarando siempre que eso no quiere decir que hay una promoción de visibilidad de sus trabajos a nivel internacional. Carecemos, con muy raras excepciones en la historia, de políticas culturales que entiendan al arte como un modo de presentación del país y menos aún la simple promoción y ayuda a los artistas. Es notable cómo, a lo largo del país los artistas retoman ciertos problemas que vuelven una y otra vez: la memoria (referida a los grandes problemas nacionales, como la dictadura, Amia, entre otros), memoria e identidad en la construcción del país (ganadería y agricultura); la construcción de un país sobre la sangre de su gente (los combates entre habitantes del mismo suelo; la opresión del vencido) y nuestra historia tiene un amplio territorio. Son problemáticas recurrentes, que habitualmente están presentes en las expresiones.
- Temas puntuales, entonces.
- Pero también la preocupación muy actual por la naturaleza y su destrucción. El paisaje es recuperado, no como transcripción directa o representación, sino como un lugar (desde diferentes formatos y soportes: pintura, instalación, video, performances, video instalaciones) que permita reflexionar críticamente sobre la identidad, sobre los lugares ‘habitables’. Las problemáticas de las minorías, que en algunos casos no son tales, pero son percibidas o mostradas como tales.
- Conocés el arte que se hace aquí.
- He venido a esta provincia en diversas oportunidades, como curadora, como jurado del salón y por actividades de la fundación OSDE. Sé del nivel de calidad de las propuestas de los artistas tucumanos. Tienen la suerte de tener centros de formación de excelencia. Pero a su vez sería una necia si me jactara de ‘conocer’ el arte de Tucumán. Mi eterno lamento es no tener más tiempo para ver más obras o visitar más talleres. Siempre aprendo un poquito más.
- ¿Cuál es tu tarea?
-Desde hace 11 años me ocupo de artes visuales en la Fundación OSDE. Nuestro proyecto se basa en dos disciplinas, en la historia del arte argentino y en la crítica de arte. Ademas de realizar nuestra propias curadurías, invitamos a diferentes curadores; quisiéramos ser un laboratorio (pequeño, sin competir con propuestas megalómanas) de investigación, tanto como artistas como para curadores y nos enorgullecemos de haber organizado muestras de artistas claves del arte argentino olvidados por la historiografía y las instituciones. Nos ocupamos de arte moderno y contemporáneo pero estamos muy atentos, aspiramos tener la sensibilidad para percibir las mutaciones que se están produciendo en el campo artístico, no como observación sociologista sino para intentar encontrar los modos, poder criticar nuestra propia actividad. Entender de que modo ferias, bienales, mercado están incidiendo en la producción y a su vez como los diferentes profesionales han mutado ellos mismos en la profesión para ocupar lugares nuevos. Poder realizar un diagnostico lo más próximo a la realidad, menos imaginado desde un escritorio. Estamos en momentos de extrema dureza en el mundo, en el país y en la cultura, y entonces, tener un accionar responsable exige trabajo.